Jesús V. Picazo Millán
María Marta Sampietro Vattuone, José Luis Peña Monné
La Edad del Bronce en el territorio aragonés presenta un panorama relativamente heterogéneo en lo que concierne a los modelos y distribución de los asentamientos. Si al sur del Ebro y Sistema Ibérico se ha definido un patrón constituido por pequeños poblados en altura, al norte del Ebro el panorama es más complejo.
Se reconoce con relativa frecuencia la ocupación de pequeñas lomas, en ocasiones desarrolladas a partir de paleocanales, al abrigo de los cuales o en sus cumbres se instalan cabañas más o menos dispersas cuya cronología tiende a fijarse hacia el Bronce Tardío. Sin embargo, los yacimientos del Bronce Medio resultan más elusivos y, desde luego, son raros o faltan los emplazamientos en alturas destacadas característicos de otras zonas. Aunque ha habido alguna experiencia previa que ha explorado esta circunstancia desde una perspectiva geoarqueológica, faltan trabajos de detalle que permitan hacer evaluaciones más precisas de ese fenómeno.
Al respecto, desde los trabajos de Peña, Burillo y otros autores en los años 80 del s. XX, se ha demostrado que en medios semiáridos afectados por procesos erosivos, gran parte de la información arqueológica puede llegar a desaparecer o quedar reducida a sutiles huellas como dispersiones de materiales en posiciones secundarias. La identificación y evaluación de ese tipo de yacimientos a partir de esos indicios y su conexión con formas de relieve, como son las laderas relictas conservadas, permite estimar la ubicación real e, incluso, reconstruir sus formas y dimensiones. Además, esos contextos proporcionan materiales arqueológicos de gran valor para conocer las características y cronología de la ocupación.
En este trabajo presentamos un avance del estudio geoarqueológico de los tozales de Los Pedregales de Jubierre (Castejón de Monegros, Huesca), un tipo de yacimiento que correspondería al modelo de asentamiento en altura, pero completamente erosionado, del que tan solo se conservan materiales en depósitos de ladea.
La metodología utilizada se ha basado en la elaboración de una cartografía geomorfológica de detalle a partir de ortoimágenes y modelos 3D, generados con el apoyo de drones. Contando con esa cartografía se han desarrollado los trabajos de campo, prospecciones intensivas en el entorno de los cerros, para la identificación de materiales arqueológicos y su relación con las formas de relieve. En este sentido, el reconocimiento y seriación de laderas residuales (talus flatirons) en el entorno de antiguos cerros, con depósitos que incorporan materiales arqueológicos en posición secundaria, constituyen los contextos que nos permiten datar los procesos de erosión-sedimentación, reconstruir las situaciones originales y disponer de datos para la clasificación crono-cultural del yacimiento. Para ello, también se han llevado a cabo las dataciones por radiocarbono y se ha procedido al estudio del material arqueológico, con objeto de tratar de precisar el momento concreto dela ocupación y su posterior erosión.
Como resultado final se han documentado una serie de ocupaciones en altura que parecen tener su final hacia los siglos XVI-XV cal BC, es decir, en momentos finales del Bronce Medio y su erosión posterior generando los depósitos de ladera postbronce objeto del estudio.