Dulcis aqua phoenissa et poena. El comercio fluvial fenicio-púnico en al Península Ibérica

Jesús Jacinto González

En la historiografía de la presencia fenicia en la Península Ibérica el estudio de sus estrategias comerciales ha sido un amplio objeto de estudio, discusión y debate. Identificando a la motivación comercial, incluso, como la causalidad motivacional del establecimiento permanente que implica la colonización fenicia en Occidente, desde antiguos presupuestos como el denominado “paradigma comercial”, hasta los más recientes planteamientos transmediterráneos. En el estado actual de nuestros conocimientos sabemos que el comercio fenicio-púnico aprovecharía y potenciaría la estructura comercial previa de origen autóctono. Así como también hemos podido identificar en gran medida tanto la infraestructura de centros de producción, distribución e intercambio, como los puertos marítimos comerciales y las rutas de navegación que los fenicios occidentales desarrollaron en las zonas costeras del Atlántico, del Mediterráneo y en las zonas del interior peninsular. 

No obstante, actualmente el comercio fluvial fenicio-púnico como vía de penetración hacía el interior nos sigue resultando muy desconocido, con muy pocas aportaciones específicas en este sentido. Resulta evidente que la tendencia tradicional en la configuración y topografía de los establecimientos coloniales fenicios (en promontorios costeros defendibles, estuarios y en la desembocadura de ríos) los convertía en enclaves perfectos para aprovechar los ríos como vías naturales para conectar comercialmente la costa con el interior, siendo un caso paradigmático la Vega del Guadalquivir. Además, la geografía peninsular en la Antigüedad nos muestra una orografía compleja y montañosa donde resultaría más rentable recurrir a las vías fluviales, con un caudal considerable y suaves pendientes en los cursos bajos y medios tanto para la vertiente atlántica como para la mediterránea; ya que las vías terrestres resultarían mucho más costosas en tiempo y recursos. 

Por otro lado, las fuentes clásicas, en especial Estrabón, Plinio y Apiano, nos aportan interesantes informaciones acerca de las características de los ríos peninsulares, de su navegabilidad y de su capacidad de conectar unas poblaciones con otras. Y, más aún, contamos con la constatación arqueológica de esta realidad, tal y como indica la concentración de importaciones fenicias en yacimientos situados en las riberas del Tajo, del Sado y del Guadiana, que necesariamente nos hace pensar en un auténtico comercio fluvial como vía de penetración desde la costa hacía el interior de la Península Ibérica, interconectando así el comercio marítimo con el fluvial. Aunque, sin duda resulta arduamente difícil la tarea de establecer las redes comerciales fluviales fenicio-púnicas, especialmente hacía tierras más al interior, como Extremadura y las estribaciones orientales de la Meseta. Zonas ampliamente conectadas tanto con el sur fenicio como con el Estuario del Tajo desde momentos muy tempranos, según nos muestra el registro arqueológico, debido al interés que suponían por sus recursos naturales.

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