R. Bartolomé Abraira, E.J. Alcorta Irastorza y A. Folgueira Castro
Si bien Lucus Augusti, la actual ciudad de Lugo es conocida sobre todo por su muralla, enteramente conservada, esta configuración corresponde a una fase ya bajo imperial en cuanto su construcción se remonta a finales de la tercera y principios de la cuarta centuria. Así, los entornos urbanos precedentes serían muy distintos, diferenciándose la ciudad augustea – tiberiana, que correspondería a su momento fundacional y primer desarrollo, y la ciudad consolidada, a partir de los flavios.
En este entramado, la plaza de Santa Domingo se sitúa en la actualidad aproximadamente en el centro del actual recinto amurallado. Sin embargo, su ocupación es muy temprana en cuanto se remonta casi al momento fundacional ya que las excavaciones realizadas en esta área en 1986 pusieron de manifiesto, entre otras cosas, una calzada con recrecimientos y reparaciones resuelta en una sucesión de pavimentos desde la época augustea hasta el bajo imperio, datable a través de los materiales y los numismas recuperados. Aparte de modificaciones flavias y un enriquecimiento en el siglo III puesto de manifiesto en una serie de pavimentos musivarios y en ámbitos termales en las edificaciones alzadas en torno a esta vía urbana.
A partir de esta fecha en este entorno se realizaron sucesivas intervenciones que determinaron, entre otras cosas, la localización de tramo final del acueducto de abastecimiento urbano y el correspondiente remate en un castellum aquae, nuevos segmentos de ámbitos constructivos, restos de un posible hipocausto, etc, todo ello en un radio de menos de cien metros.
Recientemente, en el año 2016, se realizó una intervención en los solares nº 21 y 22 de dicha plaza, en una excavación en área de dimensiones considerables, descubriéndose una parte de una rica edificación, pública o privada, vertebrada en torno a un enorme patio pavimentado con opus signinum y decorado con pinturas murales. De esta intervención nos ocupamos en fechas recientes abordando el análisis de los materiales correspondientes a su última etapa de actividad y a su abandono.
En este trabajo, sin embargo, acometeremos los correspondientes a sus etapas más tempranas, donde se documentaron restos de los primeros momentos fundacionales de la ciudad, así como de las primeras fases constructivas del edificio, pero centrándonos, sobre todo, en los materiales correspondientes a la primera mitad del siglo I d.C. y posteriores reformas de época flavia, ya que, como sucede en la inmediata plaza, aquí también encontramos una ocupación de unos cinco siglos, con sucesivas modificaciones constructivas, desde principios del siglo I d. C., hasta finales del IV o principios del V.
Por lo que se tiene observado, en los primeros momentos urbanos el ajuar cerámico de Lucus Augusti, al igual que nuestra intervención, conjuga piezas de tradición indígena empleadas como elementos de uso común, con importaciones de piezas, que serían consideradas en aquel momento como de lujo y prestigio. En este sentido, como evidencias de estas primeras aportaciones romanas, resultado de la más temprana comercialización, con encontramos con TSH, TSG, ánforas, morteros, jarras, lucernas y, en su caso, algún vidrio. Elementos de cuyo análisis nos ocuparemos en las siguientes líneas como testimonio de las primeras manifestaciones comerciales de nuestra ciudad.